He encontrado un interesante articulo sobre el Desgaste Espiritual y Emocional que sufrimos muchas veces en nuestra vida.
Espero que les guste.
Fuente = www.desarrollocristiano.com
Ministerio y vida espiritual ( El Desgaste Espiritual y Emocional)
El desgaste espiritual y emocional que resultan del ministerio son difíciles de combatir porque el proceso no es visible ni se sienten inmediatamente sus efectos. El deterioro es lento y gradual. Muchas veces el líder toma cuenta de la situación cuando la fatiga interna se ha vuelto crónica. Esto también dificulta su recuperación pues la renovación no es instantánea.
Cuando existe el cansancio físico, una o dos noches de buen descanso servirán para reponer las fuerzas, mas no ocurre lo mismo en la vida espiritual ni en la emocional. Allí se requiere de un proceso lento y sostenido para volver a recuperar un estado verdaderamente saludable. Por esta razón, entonces, es importante tomar acciones preventivas, en lugar de curativas.
No se fíe de su propia apreciación
Por lo compartido en el párrafo anterior, es importante que usted no confíe en su propia evaluación del estado de su vida espiritual. Las apariencias pueden ser engañosas y será necesario hablar con otros que ven con mayor objetividad su vida. Entre las personas claves para este proceso deben estar su cónyuge, su familia y sus colegas en el ministerio. Por supuesto, será fundamental que les dé libertad para que le puedan compartir lo que observan en su vida. No olvide el valioso aporte que hizo Jetro al ministerio de Moisés (Ex 18). De no haber sido por su intervención, seguramente el profeta hubiera terminado completamente agotado.
Conozca los síntomas del deterioro
Dios nos ha diseñado de tal manera que ciertos síntomas en nuestro cuerpo nos alertan de la presencia de alguna enfermedad. Del mismo modo ocurre en la vida espiritual, donde algunas actitudes y algunos comportamientos nos avisan de que no todo está como debería. Algunos de los más comunes son:
- Comodidad con el pecado – ya no le molesta el pecado ni se siente mal porque esté presente en su vida.
- Desánimo – mira para atrás y cree que no ha logrado nada en el ministerio.
- Derrotismo – observa el futuro y no despierta en usted ninguna esperanza.
- Baja autoestima – siente que nadie aprecia todo el esfuerzo que usted hace.
- Falta de gozo y gratitud – existen pocos momentos en la vida de verdadera celebración por la bondad de Dios.
- Falta de dirección – trabaja por inercia, sin un proyecto claro.
- Falta de emociones frente a lo divino – ya no lo conmueve la intervención de Dios en su vida ni la de los que están con usted.
- Vida devocional pobre – hace tiempo que no disfruta de tiempo a solas con el Señor.
- Vida matrimonial tensa – la armonía y el gozo ya no son parte de su hogar.
- Fastidio en las relaciones – las personas, que son la razón por la cual está en el ministerio, le resultan molestas.
- Espíritu de crítica – vive señalando lo que otros están haciendo mal.
Combata los factores que lo producen
Existen ciertos elementos que contribuyen al desgaste, como el fuego a la leña. Por eso, es importante identificarlas, pues así logrará resistir su efecto en la labor que usted desempeña. De otro modo, estos acabarán apagando su pasión, la cual debe ser el motor de todo ministerio Cristo céntrico. Entre los elementos más comunes, existen:
- Falso concepto de la obra – usted no trabaja para Dios, sino con Dios. Cuando usted se ve como empleado, todo el peso del ministerio recae sobre su vida.
- Llaneros solitarios – no trabaje solo; una de sus prioridades es formar un equipo ministerial. Dios desea que usted trabaje a la par de otros.
- Excesiva competitividad – no ponga los ojos sobre aquellos que están a su alrededor, para ver quién tiene la congregación más importante o el ministerio más impactante. Compita consigo mismo.
- Falsa definición del éxito – no son la cantidad de personas que lo siguen a usted lo que lo marca como exitoso, sino la fidelidad que usted muestra hacia el Señor.
- Utilice sus dones – produce mucho desgaste el estar haciendo tareas para las cuales Dios no le ha capacitado. Concéntrese en lo que sabe hacer bien.
- Excesivo contacto con los problemas de los demás – Dios le llamó a depositar sus cargas en Cristo, lo que debe ser un ejercicio diario.
- Estado físico pobre – aunque usted no lo crea, la falta de ejercicio y buenos hábitos alimenticios contribuyen significativamente a su deterioro espiritual.
- Demasiada rutina – la rutina adormece el alma. Atrévase a romper periódicamente con sus hábitos.
Incluya en su agenda varios tiempos de retiro personal
Como parte de su vida espiritual, debería usted programar momentos en el mes y el año para estar a solas con el Señor durante al menos un día. Estos tiempos son de enorme valor porque nos permiten volver a recuperar la perspectiva correcta del ministerio y ordenar nuestras prioridades conforme con los propósitos de Dios. Lo importante es recordar que estos eventos no ocurrirán si usted no los incorpora a su calendario de actividades personales.
Cultive relaciones significativas con otros
Uno de los problemas que enfrentan los pastores y líderes es que sus relaciones giran exclusivamente con personas relacionadas con el ministerio mismo; no obstante, estas no contribuyen al renuevo, más bien, en muchas ocasiones hasta producen desgaste. Procure entonces pasar tiempo —al menos una vez por semana— con personas amigas, donde el objetivo sea disfrutar de un buen momento juntos. También debe invertir tiempo con su familia, para celebrar el regalo de tener personas que lo acompañan diariamente en la vida. Estos momentos, aunque parecen poco espirituales, son uno de los factores que más contribuyen con la renovación del alma. Observe la cantidad de tiempo que Jesús pasó con los doce y, en especial, con Pedro, Juan y Jacobo.
Experimente con las disciplinas de la vida espiritual
Existen varios excelentes libros acerca de las disciplinas de la vida espiritual. Estas disciplinas —la palabra «disciplina» viene del griego gimnasia— nos proveen de muy buenos ejercicios para ubicarnos en el lugar donde Dios puede ministrar a nuestras vidas. La iglesia ha perdido la práctica de la mayoría de ellas, reteniendo apenas la lectura de la Palabra, la celebración y la oración. Empero, existen muchas otras disciplinas que ayudan a cultivar la vida espiritual, entre ellas el ayuno, el silencio, el servicio, la confesión, la adoración, el retiro y la meditación. Todo ellas nos proveen de múltiples formas de alimentar y nutrir nuestra relación con el Altísimo.
No use el tiempo: ¡disfrútelo!
Cada día es un precioso regalo de nuestro Dios. La cultura en que vivimos, sin embargo, vive a un ritmo tan vertiginoso que nos pasamos la mayor parte de la vida ansiosos y preocupados por las muchas actividades en que estamos involucrados. No se deje arrastrar por esta presión. Tómese tiempo para disfrutar de aquello que le da sabor a la vida, viviendo con un ritmo más pausado y alegre. No olvide que la piedad es un medio de gran ganancia cuando va acompañado del contentamiento (1Ti 6.6).
© Apuntes Pastorales . Edición enero – marzo de 2005/ Volumen XXII – Número II. Todos los derechos reservados.